Una reseña de la ONG Jitanjáfora sobre un poemario escrito por el profesor en Letras y poeta neuquino Francisco Giulietti.
“La espalda de la noche”
Mauricio Giulietti
Neuquén
Ruedamares
2021
Por Angie Diz (*)
Con un título poderoso, convocante y misterioso, La espalda de la noche es un poemario escrito por el profesor en Letras y poeta neuquino Francisco Giulietti y publicado por la editorial patagónica fundada por María Cristina Ramos, Ruedamares.
La dedicatoria nos anticipa que la infancia será un espacio privilegiado para poetizar: “A Mauricio, aquel niño que el tiempo detuvo dentro de mí”, desde el cual emergerán diferentes miradas y sentires. El libro está dividido en dos partes, la primera, “El tiempo de la sed”, nos propone poemas en prosa que de alguna manera cuentan una historia y, cual rompecabezas, se conforman como piezas que encajan unas con otras para formar un paisaje de infancia compuesto por el río, la crecida, el sauce, la tía, pero también por el tiempo, la memoria y la sed. A medida que armamos el rompecabezas, o que desandamos el laberinto de la lectura, se hacen visibles esos caminos, esos lazos, y se reconstruye una infancia en armonía con la naturaleza, sus olores, sus sonidos y misterios, su transcurrir.
La búsqueda de semantizar la infancia continúa en la segunda parte del poemario, llamada “Aquel olvido”, en la cual el niño o la niña se vuelven sujetos frecuentes, presentes, en consonancia con los árboles, el viento, los pájaros, el río, son sujetos que realizan las mismas acciones que la propia naturaleza. Mientras tanto, el yo lírico reaparece en su poética búsqueda: “Desperdicio mañanas/ juntando gotas de lluvia/ para tender, sobre la noche/ una palabra de alivio”, “He escuchado el decir del viento”, “Con palabras de viento, destapo el velo de la sombra. (…) Con palabras de orilla nombro al amanecer y su mañana”.
En esta segunda parte se pausa la narratividad que caracterizaba la primera, para devenir poemas con versos cortos y potentes, versos-imán, como me gusta llamar a aquellos que, cual hechizos, despiertan algo en nosotros que no sabíamos que estaba ahí, esperando a ser descubierto, a ser atraído con la fuerza de lo inevitable. Los versos-imán funcionan muy bien tanto en el conjunto del poema como también sueltos, libres, y fácilmente nuestra memoria de metal los absorbe, en un movimiento rápido, inconsciente y mágico: “Cuando abraza el viento, la niña sostiene el mundo”; “Hay razones para mirar/ el fuego, el horror./ Hay razones para quemar/ en la lluvia, canciones de sueños”; “Basta una gota de sangre/ para nombrar, a gritos,/ el dolor del mundo”; “Como rodando por el cielo,/ sus labios escriben,/ con estupor,/ el silencio”.
En el poemario se despliegan asociaciones inesperadas, formas sintácticas que nos invitan a leer dos veces, preguntas poéticas e imágenes potentes que nos convocan a pensar en la noche y en la infancia, en el niño que despierta antes que el día, o el que solo vuelve cuando la noche le toca el hombro, o en la niña que espera la noche, después de un largo día, con sus ojos faros que alumbrarán el alba y le darán nombre al vuelo. Cabe preguntarnos, entonces, ¿a qué podríamos llamar “La espalda de la noche”? ¿es lo que nos deja la noche cuando se va?, ¿es el otro lado de la noche?, ¿es el alba in crescendo? Te invito a descubrirlo…
(*) Miembro de la ONG Jitanjáfora. Redes sociales para la promoción de la lectura y la escritura.